domingo, 24 de marzo de 2013

The L Word: cuando la novedad se convirtió en rutina

Hace años, cuando se estrenó TLW en Estados Unidos, me uní al grupo de espectadores que comenzó a seguir las aventuras de estas chicas de la sociedad media-alta de L.A. semana tras semana. Volviendo a ver el piloto hace unos días, sin embargo, descubrí un cuadro más descolorido de lo que lo recordaba (supongo que con la emoción de la primera vez se pasan por alto muchas más cosas).

La primera temporada es decente: nos presentan al grupo de amigas protagonista, entre las que hay una pareja estable, una ligona que no asienta la cabeza, alguna chica más normal y alocada y alguna que todavía no se atreve a aceptarse como es; y a los nuevos vecinos, que llevarán de alguna forma la trama al principio. Se empiezan a desarrollar y se entrelazan algunas historias y resulta entretenida.

La segunda temporada sigue esa misma línea, aunque con un gran error para mí (de nombre Carmen). Pero es en la 3ª donde la serie pierde a gran parte de su público (porque las que se queden será por sadomasoquismo o aburrimiento extremo), pasando de ser una serie moderna de (buena) televisión a un culebrón barato de los 80. La 4ª remonta, aunque hay algunos flecos (Jenny) que mejor habrían cortado en ese final grandioso que todos esperábamos.

Empecé hoy mismo la 5ª, que había dejado tras ver el piloto por hastío, y si te la tomas como una serie de humor/erótica está bastante bien. Dejando aparte el vestido naranja de Helenna, hubo un par de momentos en los primeros capítulos (el de la moto o el de Charlie) que me hicieron pensar que quizá había llegado el momento en que los creadores habían decidido dejar de intentar ser tan serios y meterle algo de guasa. Y, a estas alturas, funciona; y muy bien, así que espero que sigan así.

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